La cuestión de la autoría del Lucidario , tocada inicialmente por Juan Eusebio Nieremberg, fue motivo de interés de los primeros filólogos e historiadores de la filosofía españoles.
La cuestión de la autoría del Lucidario , tocada inicialmente por Juan Eusebio Nieremberg, fue motivo de interés de los primeros filólogos e historiadores de la filosofía españoles.
Siguiendo con la última entrada, quiero repasar brevemente la historia de los testimonios del Lucidario . A los siete que mencioné entonces habría que añadir dos nuevos. El primero, descubierto en la Bibliothèque François Villon de Rouen en 2021 y el segundo, hace dos meses en la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March de Palma. Resumiendo, tenemos: A, manuscrito base de las ediciones de Kinkade y Sacchi, datado en 1455;
En la entrada anterior hablé del testimonio F del Lucidario , la traducción latina de Juan Eusebio Nieremberg, realizada en base a un testimonio en pergamino de la biblioteca de Lorenzo Ramírez de Prado, η. La traducción latina no fue la última vez que Nieremberg o sus contemporáneos se refirieran al Lucidario . En su Obras y días.
Tras el feliz descubrimiento del testimonio I del Lucidario en la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, en esta entrada quiero dedicar mi atención a las copias perdidas del Lucidario , esto es, las que nos llegan como anotaciones de catálogos antiguos o modernos, referencias en los testimonios supervivientes o cuya existencia puede ser inferida por la transmisión manuscrita de los testimonios supervivientes.
En la entrada anterior descarté dos posibles autores de las notas marginales de los testimonios B y C del Lucidario entre figuras del hispanismo decimonónico: José Amador de los Ríos y Marcelino Menéndez Pelayo. ¿Quién queda, entonces?